El CEO de Meta se ha lanzado a practicar artes marciales y no solo para lucir pectorales. Está en “modo guerra”, decidido a salvar su empresa a cualquier coste. Así que no es de extrañar que, además de desafiar a Elon Musk con una red alternativa a Twitter, haya aceptado combatir con él en una jaula. ¿Será tanto dislate su golpe de gracia o su reinvención?
irigir Meta es como despertarte cada día y recibir un puñetazo en el estómago», confesó Mark Zuckerberg en el pódcast de Joe Rogan hace justo un año. Las malas noticias acorralaban al magnate: la competencia de TikTok, el fiasco del metaverso, el desplome de las acciones… Zuck incluso había perdido las ganas de salir a correr. «Cuando corres, tienes mucho tiempo para pensar». Estresado, su mayor anhelo era que lo dejasen en paz.
Zuckerberg pasa la mayor parte del tiempo aislado en su mansión de Hawái y rodeado solo de un pequeño equipo que se limita a halagarlo, según Haugen, la ‘garganta profunda’ de facebook.
Se acabó. Ahora, Zuck va pidiendo guerra. Practica artes marciales. «El lado bestia del jiu-jitsu me ayuda a lidiar con los problemas», dice. Está dispuesto a devolver golpe por golpe. Sin complejos. ¿Elon Musk lo reta a batirse en duelo en una jaula? Pues que se vaya preparando porque no le duraría ni un asalto. Solo hay que verlo sacudir estopa en los clubes de lucha locales, donde ha ganado un par de medallas para su equipo: Guerrilleros del Tatami. Y después de que Musk lo desafiase a una pelea, Zuckerberg compartió fotos de sus entrenamientos con el campeón de artes marciales mixtas Israel Adesanya (en la foto de apertura de este reportaje).
Pero su transformación va más allá del gimnasio. Zuck no se disculpa. Ya se ha cansado de pedir perdón a los congresistas, a los padres de los menores que sufren acoso en sus redes, a los empleados a los que despide (21.000 desde noviembre). Puñetazos va a seguir recibiendo. El último se lo acaba de dar la revista The Atlantic, que relaciona el aumento de homicidios en Estados Unidos con el uso de Instagram: las discusiones se calientan en redes y, en un país armado hasta los dientes, acaban muchas veces a tiros. Pero ahora se entrena para encajar los golpes que vengan. Dar cera, pulir cera…
Hay quien lo ve como un asunto personal. La crisis de los 40, que le ha llegado a los 39… Pero Zuckerberg, a pesar de haber caído al puesto 16 en la lista Forbes (con una fortuna de 64.000 millones), sigue ostentando tanto poder que su transformación tiene consecuencias para la sociedad y la política. Casi la mitad de la humanidad usa sus aplicaciones: Facebook, WhatsApp e Instagram suman 3500 millones de usuarios. Y Estados Unidos enfila año electoral.
No es la primera vez que Zuckerberg sufre una metamorfosis. Se va desprendiendo de personalidades como quien cambia de avatar. El empollón de Harvard que se enfundaba en una sudadera con capucha para cambiar el mundo desde el dormitorio de su residencia. El padre de familia y filántropo (todavía caía bien) que en 2015 se fue de gira para conocer su país, el directivo atildado que hace propósito de enmienda en el Capitolio por el espionaje que favoreció a Donald Trump para llegar a la Casa Blanca
¿Por qué ahora Karate Kid? Según un exdirectivo consultado por Business Insider: «Está en modo ‘salvar la empresa’. Son tiempos de guerra». En abril de 2021, Apple cambió la configuración de privacidad del iPhone, permitiendo que los usuarios pudieran renunciar, de un solo clic, al rastreo de su actividad con fines publicitarios. Fue un torpedo a la línea de flotación de Meta, cuyo negocio dependía de la publicidad basada en datos personales en un 98 por ciento. Zuckerberg sintió el aliento de los inversores en la nuca.
Así que Zuckerberg está embarcado en una tarea mesiánica que recuerda a Steve Jobs acudiendo al rescate de Apple, lo que consiguió sacándose de la chistera unos cuantos ‘conejos’: iPod, iBook, iPhone… ¿Pero es Zuckerberg un mago? Hay una diferencia evidente con Jobs, que se fue dando un portazo y regresó como el hijo pródigo después de ver mucho mundo.
Zuckerberg nunca ha salido de Facebook. Y cada vez está más aislado, según Frances Haugen: «Mark lleva al timón desde los 19 años, rodeado de gente que le dice que está haciendo un gran trabajo». Haugen es la exempleada que filtró 22.000 documentos secretos de la compañía en 2021. Quedaron a la vista las vergüenzas de un algoritmo diseñado para incrementar el tráfico a toda costa. «Perjudica a los niños, exacerba la división política y debilita nuestra democracia», declaró ante el Senado.
¿Y quién susurra al oído de Zuck? Según Fortune, el círculo de confianza está formado por cuatro personas. El aragonés Javier Oliván, un empleado veterano que sustituyó a Sandberg. Nick Clegg, antiguo vice primer ministro del Reino Unido, que convenció a Zuckerberg para que readmitiese a Trump en Facebook. Andrew Boz Bosworth, jefe de tecnología, que tiene la difícil misión de apearse de un tren en marcha (el metaverso) y subirse a otro que va a toda velocidad: la inteligencia artificial. Y Chris Cox, uno de los primeros ingenieros que tuvo la compañía, encargado por devolver la filosofía original con la que Facebook echó a andar en 2004: «¡Muévete rápido y rompe cosas!».
Dicho y hecho. En junio, Meta anunció el regreso a las oficinas. Se acabó el teletrabajo, excepto para Zuckerberg (y unos pocos), que le ha cogido el gusto a las videoconferencias. Y que, cuando acude a la sede de Menlo Park, lo hace rodeado de guardaespaldas. Se ha lanzado Threads, un clon de Twitter (ahora X), cuando Musk acababa de desplumar al pajarito, enfadando a millones de usuarios…
A Zuck ya no le preocupa no caer simpático. Y puede que tampoco le interese demasiado lo que pasa más allá del muro de dos metros que rodea su mansión de Hawái, donde pasa cada vez más tiempo. Pero las acciones de Meta han triplicado su valor desde enero. Y eso es música para sus oídos.
Y lo que siguió fue una huida hacia un universo paralelo: el metaverso, presentado solo tres meses después, un entorno virtual donde jugar, hacer negocios, relacionarse… La jugada no le salió, aunque podía haber funcionado porque la humanidad venía de los confinamientos pandémicos y el trabajo en remoto estaba de moda. Pero el metaverso ha resultado ser un pozo sin fondo que ya se ha tragado 40.000 millones de dólares y que disparó los gastos para poner en marcha «una tecnología que ni siquiera existía», en palabras de Sheryl Sandberg, la legendaria jefa de operaciones, que presentó su renuncia, disconforme. Zuck la consideraba «como una madre» y acusó el golpe.