La capital norteamericana se encuentra en un estado de “Pandamonium’ y no precisamente por la cercanía de las elecciones presidenciales, sino por la euforia causada ante la tan esperada llegada desde China, de dos pandas gigantes: Qing Bao y Bao Li.
Los populares pandas, se han convertido en parte importante de la identidad de Washington dado que, durante varias décadas, estos populares osos, han encontrado hogar en el Zoológico Nacional del Smithsonian, con base a un acuerdo con China que contempla, el alquiler en parejas por un máximo de diez años y cuya tarifa anual suele ser de hasta 1 millón de dólares. Al finalizar el acuerdo, deben regresar.
Si bien acceder a los pandas puede ser costoso para los zoológicos, se los considera un gran atractivo ante los ingresos que generan, por el aumento de visitantes.
Estos embajadores, únicos de China, además de representar el símbolo universal de una ONG conservacionista, forman parte de una estrategia comercial clave, que encontró renovado vigor luego de que el partido comunista tomara el control en 1949 y las relaciones con Estados Unidos se rompieran.
La llamada “diplomacia de los pandas” se remonta a la dinastía Tang (618-907 d. C.), cuando la emperatriz Wu Zetian envió un par de ellos al emperador japonés, pero no fue sino hasta la Guerra Fría, que ganó protagonismo cuando la China comunista, ofreció dos pandas de regalo a Estados Unidos, luego de la histórica visita del presidente, Richard Nixon, en 1972; un extraordinario avance en la reapertura de relaciones y que fue posible gracias a la iniciativa e intensos esfuerzos diplomáticos, del entonces asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger. La estrategia buscaba establecer un nuevo marco estratégico basado en las relaciones pacíficas con Pekín, la estabilidad con el resto de Asia, una relajación de las tensiones con la Unión Soviética y un final más digno para la Guerra de Vietnam.
Desde entonces, las relaciones bilaterales, han experimentado altos y bajos y en años recientes, se tornaron más difíciles por el desequilibrio comercial, la creciente competencia tecnológica y la determinación del país asiático de dominar el Mar de China Meridional y el Estrecho de Taiwán y enfoques diferentes ante el conflicto entre Rusia y Ucrania, pero ha habido un elemento especial que se ha mantenido notablemente constante: los pandas.
Sin embargo, hubo que esperar once meses por la llegada de nuevos pandas, luego de que el acuerdo anterior expirara y muchos del “establishment” en Washington, relacionaron el largo intervalo con las crecientes tensiones entre ambos países.
La importancia de este renovado gesto chino puede medirse en números.
La República Popular China, ha sido un socio comercial importante de Estados Unidos, desde que se unió a la Organización Mundial del Comercio en 2001.
Solo por mencionar algunos aspectos “En 2023, China fue el cuarto socio comercial de bienes de Estados Unidos (con un comercio total de 575 000 millones de dólares), el cuarto mercado de exportación de Estados Unidos (147 800 millones de dólares) y la segunda fuente de importaciones de Estados Unidos (427 200 millones de dólares). El comercio total de bienes entre Estados Unidos y China en 2023 cayó un 17 % con respecto a 2022: las exportaciones estadounidenses cayeron un 5,1 % y las importaciones estadounidenses cayeron un 20,4 % debido a la desaceleración de China y a los cambios en la cadena de suministro fuera de China’, según un reciente estudio del Servicio de Investigación del Congreso.
En América latina, China cuenta como un socio comercial importante, representando una fuente destacada de inversión extranjera directa y de préstamos en energía e infraestructura, incluso a través de su enorme Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, lanzada en 2013.
Desde 2023, Pekín tiene acuerdos de libre comercio vigentes con Chile, Costa Rica, Ecuador y Perú, y hasta ahora veintiún países latinoamericanos se han adherido a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China, según el Council on Foreign Relations.
Las prioridades de China en América latina incluyen: asegurar el acceso a las materias primas y los productos agrícolas y abrir mercados para los bienes y servicios chinos y ante la creciente demanda mundial de nuevas energías, la atención se ha enfocado hacia recursos clave como el litio, mineral clave para la fabricación de baterías eléctricas.
Si bien la región experimenta una creciente influencia económica de China, Estados Unidos sigue siendo todavía, el socio más importante para América Latina.
Por eso, por el interés de todos, la reapertura de la diplomacia de los pandas representa un buen augurio de que a pesar de la retórica, los conflictos comerciales y la competencia tecnológica entre ambas potencia, siempre habrá espacio, para dirimir las diferencias.
Sonia Schott
Periodista y Consultora en Comunicaciones Estratégicas.
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