Elon Musk está en pie de guerra contra el estado de Delaware.
“Nunca registres tu compañía en el estado de Delaware”, escribió el multimillonario estadounidense en un mensaje en X el pasado 30 de enero.
Y demostró que predica con el ejemplo pues dos de sus compañías, Neuralink y SpaceX, anunciaron que dejaban de tener sus sedes fiscales en Delaware.
A mediados de febrero se supo que Neuralink -que trabaja para conectar cerebros humanos a computadoras- iba a registrar su domicilio legal en Nevada (donde ya tiene su sede X, otra empresa de Musk), mientras que la empresa aeroespacial SpaceX se reconstituirá en Texas.
Queda por ver qué pasará con Tesla, que es precisamente la razón por la que Musk quiere romper sus vínculos con Delaware.
Y es que a finales de enero una jueza en Delaware anuló el paquete salarial que Musk iba a recibir de la empresa de US$56.000 millones, el mayor pago otorgado en la historia a un director ejecutivo de una empresa que cotiza en bolsa.
La decisión se produjo a partir de una demanda de unos accionistas que consideraron que el pago a Musk era excesivo y la juez les dio de la razón.
A partir de ahí, Musk inició su campaña para convencer a otras empresas de no establecer en Delaware su domicilio legal.
Su batalla, sin embargo, parece cuesta arriba porque este pequeño estado ha sido durante décadas un lugar muy atractivo para el sector empresarial.
Y es que en Delaware están registradas más de 60% de las empresas que integran el índice Fortune 500, que incluye a las 500 corporaciones estadounidenses más grandes. Hablamos de gigantes como Google, Amazon, Facebook, LinkedIn, Visa, MasterCard o Walmart, entre muchos otros.
De hecho, en ese estado tienen su sede legal más de 1,6 millones de compañías procedentes de todo el planeta.
Pero ¿cómo es posible que en este pequeño estado de apenas un millón de habitantes haya llegado a convertirse en la “capital mundial de las empresas fantasma»?
Un imán para las empresas
Con una extensión de apenas 5.000 kilómetros cuadrados (similar a Trinidad y Tobago), Delaware históricamente nunca destacó por su potencial económico.
“Al igual que ahora, el Delaware de principios del siglo XX no era muy conocido. El estado mantuvo un pequeño sector de servicios y una base industrial aún más pequeña. Sin recursos naturales reales ni atracciones turísticas, el estado sobrevivía tratando de absorber negocios de quienes viajaban entre Nueva York y Washington, D.C.”, cuenta Casey Michel en su libro “American Kleptocracy: How the U.S. Created the World’s Greatest Money Laundering Scheme in History” (Cleptocracia americana: cómo Estados Unidos creó el mayor plan de lavado de dinero de la historia del mundo).
La suerte de este pequeño estado cambió, sin embargo, a inicios del siglo XX cuando el entonces gobernador de Nueva Jersey (y futuro presidente de EE.UU.) Woodrow Wilson puso fin a las políticas desregulatorias que habían convertido a su estado en el lugar más atractivo de Estados Unidos para fundar una empresa gracias, entre otras razones, a que ni siquiera se les exigía que operaran en su territorio.
“Delaware estaba en una posición perfecta para sacar provecho de la decisión de Nueva Jersey. El estado disfrutaba de muchas de las mismas ventajas geográficas que ofrecía Nueva Jersey, situada entre las capitales financieras (Nueva York) y políticas (Washington, D.C.) de Estados Unidos”, apunta en su libro Michel, quien es director del Programa de Lucha contra la Cleptocracia de la Human Rights Foundation.
Delaware no solamente cogió el testigo, sino que pronto empezó a aplicar nuevas y audaces reformas que convirtieron a ese estado en un verdadero imán para las empresas.
Entre las medidas adoptadas, Delaware libró a las corporaciones del pago de impuestos estatales y autorizó a estas a reembolsar a sus directores por los gastos en los que incurrieran al tener de defenderse legalmente de las demandas de algún accionista.
Pero además, según Michel, Delaware contaba con una ventaja clave para mantener hasta la actualidad su estatus de líder como centro extraterritorial global: el Tribunal de Equidad de Delaware.
Se trata de la corte comercial más antigua de EE.UU. Fue creada en 1792 y desde entonces ha sido una fuente inagotable de jurisprudencia especializada en derecho corporativo.
“El Tribunal de Equidad resultó ser un arma clave en el arsenal procorporativo de Delaware, una herramienta que ningún otro estado podría igualar. Como descubrieron un par de académicos estadounidenses, este tribunal a nivel estatal ha brindado ‘un poder judicial experto y una capacidad para resolver rápidamente disputas comerciales complejas’, brindando efectivamente a Delaware una fuente de jurisprudencia corporativa mucho más profunda que cualquier otro estado del país”, apunta Michel.
Pero si todas estas ventajas fueran pocas, las facilidades que ofrece ese estado para registrar una empresa son difíciles de superar.
Por apenas US$1.000, es posible registrar una compañía en tan solo una hora. Ese tiempo incluso puede reducirse a la mitad si se quieren pagar unos US$500 adicionales.
Además, estos trámites pueden hacerse por internet, sin necesidad de poner un pie en Delaware.
Así, no es de extrañar que cada día se registren en Delaware unas 683 empresas en promedio.
Y ese estado obtiene grandes beneficios: cada año recibe unos US$1.500 millones de parte de las compañías allí registradas.
Un paraíso (fiscal) poco exótico
Dentro de las facilidades que ofrece Delaware para crear empresas hay una, en particular, que ha hecho a este estado objeto de numerosas críticas: la posibilidad de constituir una compañía de forma anónima.
“No necesitamos decir que somos los dueños de la empresa. Podemos crear de forma anónima una empresa de responsabilidad limitada [LLC, por sus siglas en inglés]. Y no tenemos que mostrar ningún tipo de identificación con el fin de establecerla”, explicó Hal Weitzman en el podcast Big Brains de la Universidad de Chicago.
Weitzman es profesor de esa universidad y autor del libro “What’s the Matter with Delaware? How the First State Has Favored the Rich, Powerful, and Criminal—and How It Costs Us All” (¿Qué pasa con Delaware? Cómo el primer estado ha favorecido a los ricos, poderosos y criminales… y cómo nos cuesta a todos).
La mayor parte (70%) de las empresas que se registran en Delaware cada año son LLC y, según Weitzman, en esto influye la política de ese estado de no solicitar información que identifique a los propietarios “porque estas LLC no tienen que informarle nada a nadie”.
Esta posibilidad de anonimato ha hecho que Delaware se convierta en un lugar muy atractivo para registrar empresas que luego son empleadas en todo tipo de operaciones ilegales alrededor del mundo.
Y las consecuencias de ello repercuten en muchos otros lugares, pues según los expertos muchas veces quienes quieren lavar dinero procedente de actividades ilícitas crean de forma anónima una empresa fantasma en Delaware y luego a través de esta adquieren o invierten en otras compañías en otro estado y/u otro país sin que al final nadie sepa quiénes son los verdaderos dueños o beneficiarios.
“Los ejemplos son demasiado numerosos para contarlos. Los criminales internacionales y los funcionarios extranjeros corruptos, los contrabandistas de armas y los cazadores furtivos de rinocerontes, los traficantes de personas… todos ellos miran hacia Delaware”, señala en su libro Michel, quien se refiere a Delaware como “la mayor fuente de compañías fantasmas anónimas que el mundo haya visto jamás”.
Entre las personas de dudosa reputación que han recurrido a Delaware se encuentra el ruso Viktor Bout, conocido como “el mercader de la muerte”, uno de los traficantes de armas más conocidos del mundo.
“Encontrando clientes y socios desde Centroamérica hasta Asia Central, desde señores de la guerra en el África subsahariana hasta gente que trabajaba estrechamente con los talibanes, Bout realizó a la sombra casi todas las principales transferencias de armas ilícitas durante los años 1990 y principios de los 2000. Aviones de combate y armas antiaéreas, ametralladoras y machetes: los productos no importaban. Lo único que importaba era trasladar la mercancía a los clientes que esperaban y asegurarse de que quienes lo investigaban, incluidos los funcionarios estadounidenses, nunca descubrieran las redes financieras que facilitaban el trabajo de tráfico de armas de Bout”, señala Michel.
Dos de las empresas fantasmas que usaba Bout para sus operaciones estaban registradas en Delaware.
Pero no solamente grandes criminales internacionales recurren a empresas fantasmas en Delaware para ocultar operaciones cuestionables.
En 2016, Michael Cohen, entonces abogado de Donald Trump, registró en Delaware dos empresas que usó para tramitar los pagos hechos a la actriz de películas para adultos Stormy Daniels y a la modelo Karen McDougal para evitar que ambas hablaran públicamente de las relaciones íntimas que supuestamente mantuvieron con el expresidente.
También el reconocido lobista estadounidense Paul Manafort fue acusado de usar compañías creadas en Delaware para lavar unos US$75 millones recibidos del gobierno del expresidente prorruso de Ucrania, Viktor Yanunkovych (2010 – 2014).
Tanto en el caso de Bout, como en el de Cohen y de Manafort, solo fue posible saber que habían recurrido a empresas creadas en Delaware una vez avanzadas las investigaciones criminales en su contra.
Durante la primera década de este siglo, una empresa en Delaware también fue usada, según Weitzman, por la aerolínea chilena LAN (ahora Latam) para pagar sobornos a sindicalistas argentinos con miras a facilitar sus operaciones en ese mercado.
El experto ha señalado que, aunque cuando se piensa en paraísos fiscales usualmente la imagen que viene a la mente es de lugares “exóticos” como las Bermudas, las Islas Vírgenes Británicas o Chipre, Delaware es en la práctica un paraíso fiscal dentro de Estados Unidos.
Numerosos expertos han apuntado al llamado ‘Delaware loophole’ (vacío legal de Delaware), una tecnicismo legal que permite a las empresas evitar pagar impuestos corporativos generados en otros estados.
¿Cómo funciona? Las empresas crean una subsidiaria en Delaware a la que transfieren sus activos intangibles (como sus patentes y sus marcas registradas) debido a que en ese estado no hay un impuesto que grave esos ingresos.
Luego, además, hacen que sus subsidiarias en otras partes paguen a la empresa en Delaware por el uso de esos intangibles y esos pagos se los descuentan como gastos de sus impuestos en los estados donde sí operan. El resultado de todo esto es que logran reducir sus impuestos.
¿Por qué se permite?
Pero, ¿cómo es posible que las autoridades de Estados Unidos no hayan tomado medidas frente no solamente al funcionamiento de Delaware como paraíso fiscal, sino además ante la posibilidad que ofrece de establecer compañías de forma anónima?
«La respuesta corta es que en lo que ocurre allí no hay nada ilegal en términos de la ley estadounidense ni de la ley en ese estado. No hay nada ilegal en Delaware», explica Casey Michel en entrevista con BBC Mundo.
«Todas las estructuras de secreto corporativo, todas las herramientas que tradicionalmente se entiende que ayudan a la evasión fiscal en el extranjero, todas ellas siguen siendo legales», agrega.
Además, el experto explica que las autoridades federales nunca han sido responsables del registro, supervisión y regulación de las empresas -incluyendo las fantasma. Esa tarea siempre ha recaído sobre los estados.
Michel afirma que, paradójicamente, mientras en los últimos 15 o 20 años Estados Unidos ha tenido gran éxito en la lucha contra los paraísos fiscales en otras partes del mundo, otros gobiernos no han logrado que este país sea más receptivo en torno a sus exigencias de reformas que requieran mayor transparencia en la creación y supervisión de las empresas.
Esta situación, sin embargo, podría estar empezando a cambiar.
En enero pasado entró en vigor la Ley de Transparencia Corporativa (Corporate Transparency Act) que exige a las empresas estadounidenses o que operan en Estados Unidos informar a las autoridades sobre la identidad de los beneficiarios efectivos de esas compañías, entendiendo por estos a quienes poseen 25% o más de las acciones.
Michel señala que otro factor que había evitado que se establecieran este tipo de controles obedece a las gestiones de cabildeo en Washington llevadas adelante no solamente por el estado de Delaware, sino también por otras instituciones como el Colegio de Abogados de EE.UU. (American Bar Association) o la Federación Nacional de Empresas Independientes (gremio que representa a los pequeños negocios).
«Había toda una gama de organizaciones cuyos miembros y partidarios se beneficiaban de todo este secreto», apunta.
Pero, ¿podrá Delaware seguir siendo la «capital mundial de las empresas fantasma» si se elimina el mecanismo que permite registrar las empresas de forma anónima?
«Delaware ofrece muchas cosas que favorecen a las empresas. Les permite reducir sus impuestos, les proporciona protecciones legales y mucho más», dice Michel.
«Incluso con los nuevos requisitos de transparencia, Delaware estará bien y seguirá atrayendo clientes corporativos. En teoría, simplemente ya no podrá permitir la creación de empresas fantasma anónimas», concluye.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/crg51rg1k4lo