“Cualquier persona, de cualquier edad y en cualesquiera circunstancias, puede transformarse a sí misma, si quiere. Convertirse en el tipo de persona que es un líder, es el acto supremo de la voluntad libre, y si usted tiene la voluntad, encontrará el camino.” Warren Bennis
En los últimos treinta años fue cambiando la manera de entender el ejercicio del liderazgo. Antes, si alguien hubiese preguntado quién es un líder, le habrían respondido: -¿Líder? ¡Existen pocos en el mundo! Son seres privilegiados, que nacieron tocados por los hados que le concedieron el don de liderar. Se los asociaba a los personajes que ejercían altos cargos en el estado, la iglesia o el ejército. Se pensaba en personas que estaban fuera del alcance cotidiano. Se encontraban alejados del resto de los simples mortales. El aislamiento en las comunicaciones engrandecía aún más las figuras que se convertían en mitos. Y la mayoría sumisa, poco o nada informada, “se dejaba liderar” por “el que tenía el saber”.
Trabajo en la temática del liderazgo desde hace treinta años. Siempre me causa admiración, emoción y alegría constatar los logros de las personas. Esto significa, en mi opinión, que se conocen a sí mismas y saben lo que quieren de su vida. Por lo menos, en las áreas de la vida en la que lograron obtener lo que querían. Ahora bien, ¿qué significa conocerse a uno mismo? Según Bennis, significa “separar lo que cada persona es y quiere ser, de lo que el mundo piensa que es y quiere que sea”.
A principios del siglo XX, el escritor argentino Florencio Sanchez escribió “Mi hijo el doctor”, esta obra representó un modelo de sociedad en la que el inmigrante, con pocos estudios, que venía “con una mano atrás y otra adelante”, se realizaba a través del progreso intelectual de sus hijos varones. El ascenso social del hijo se garantizaba obteniendo una profesión. Pero ¿qué libertad de elección tenían los hijos? ¿Cuántos varones se recibían para darle el gusto al padre? ¿Qué valores incorporaban a su vida adulta? Reflexionando el contexto de la época, la obediencia a la jerarquía, la aceptación de las decisiones de otros “por el propio bien”, el priorizar el deseo ajeno al propio, parecerían haber sido los valores dominantes.
Por supuesto que estamos haciendo un reduccionismo de una situación compleja y policausal. Pero podemos reflexionar sobre los valores generales de una época que, de alguna manera, fue marcando tendencias.
En los tiempos que corren, las jerarquías se han aplanado, las antiguas estructuras de mando y control ya no son posibles (ni tampoco deseables) y el conocimiento es la nueva base para el valor económico.
Un estudioso de la temática del liderazgo como Warren Bennis sostiene que “una persona empieza a ser líder desde el momento en que resuelve por sí misma cómo ser”. En todo caso la discusión podría centrarse en las personas que conformamos la actual realidad. ¿Cuánto nos conocemos, en tanto seres humanos pensantes y hacedores, en este momento histórico que nos ha tocado vivir?
Las organizaciones requieren de personas que las lleven adelante. ¿Qué tipo de personas están llevando adelante nuestras organizaciones?
Hace un tiempo leí una frase que me dejó pensando: “¿Quiere saber cómo es una organización? Observe a su líder.” Esta frase me trae a la memoria otra frase, citada en el Antiguo Testamento: “Conócete a tí mismo y conocerás el mundo”.
Esta interacción entre el “adentro” y el “afuera”; entre lo “interno” y lo “externo”, es la relación que estamos proponiendo para reflexionar sobre el ejercicio del liderazgo.
Lic. Teresa Genesin
CEO Global Genesin
Teresa@genesin.biz