El aumento de los precios al consumidor en Estados Unidos se aletargó el mes pasado, subiendo apenas 0,1% de abril a mayo y extendiendo la relajación de la inflación que venía desde el año pasado. Al mismo tiempo, algunos indicadores de la inflación subyacente permanecen altos.
Comparado con el mismo mes del año pasado, la inflación bajó a apenas 4% en mayo, la cifra para 12 meses más baja en más de dos años y bastante menos que el 4,9% registrado en abril. El descenso se debió a menores incrementos en los precios de la gasolina, productos de supermercado y otros artículos.
La disminución probablemente no convencerá a los responsables de la Reserva Federal de que están cerca de inhibir una inflación que ha atenazado al país por dos años. El banco central estadounidense tiende a concentrarse en la llamada inflación subyacente, que excluye rubros más volátiles como los alimentos y la energía y por lo general ofrece un panorama más claro de la inflación.
Y esa inflación básica sigue alta, ya que subió 0,4% de abril a mayo, el sexto mes con esa cifra o más de incremento. Comparado con hace un año, la inflación subyacente bajó de 5,5% a 5,3%, pero sigue siendo mucho más que la meta de la Fed, de 2%.
Las cifras divulgadas el martes surgen justo el día en que los responsables del banco central inician una reunión de dos días tras la cual probablemente dejarán sin variar las tasas de interés, después de aumentarlas 10 veces seguidas desde marzo de 2022. Se espera que el miércoles la Fed anuncie que dejará sin variar las tasas pero que considera volver a aumentarlas en julio. Altos cargos de la institución han dicho que están dispuestos a “saltarse” un aumento de las tasas para darse tiempo de evaluar la manera en que las medidas están afectando a la economía.
La persistencia de la inflación subraya el dilema para el banco central: La economía ha desafiado los vaticinios de una recesión y, al contrario, las empresas han seguido contratando personal, los sueldos han estado aumentando y los trabajadores han estado gastando.
Si bien una economía activa es una buena noticia para las familias y las empresas, también puede provocar inflación. Algunos economistas argumentan que muchas compañías están manteniendo los precios altos artificialmente, más de lo necesario para cubrir sus gastos, a fin de abultar sus ganancias. Los consumidores tendrían que dejar de gastar masivamente, antes de que los negocios reduzcan sus precios. Entretanto, la solidez del mercado laboral está alentando a la ciudadanía a seguir gastando.