A finales de 2020, después de 30 años en funcionamiento, Eduardo Kopper tuvo que apagar las turbinas de su central hidroeléctrica Poás I, ubicada en el río con el mismo nombre, a unos 35 kilómetros de San José, la capital de Costa Rica.
El Instituto Costarricense de Electricidad, la distribuidora estatal de electricidad, rechazó la oferta de Kopper para vender su energía, ya que el país tiene un excedente de energía renovable. Con el estallido de la pandemia, la vida pública se vio paralizada en Costa Rica y la demanda de electricidad cayó en picada.
«No podíamos hacer nada en absoluto”, cuenta Kopper. «Nos vimos en una situación preocupante. Intentamos al menos apoyar económicamente a nuestros trabajadores en ese momento”, relata.
Fue entonces cuando oyó hablar del bitcoin, blockchain y minería digital. La criptomoneda es un sistema de pago electrónico de igual a igual. El proceso de generación de bitcoins, conocido como minería, solo es posible mediante un cálculo computacional muy complejo, que consume enormes cantidades de electricidad. Según el Índice de Consumo de Energía de Bitcoin, que muestra el consumo mundial de electricidad para la producción de bitcoins, la huella de carbono de la criptomoneda es ahora tan grande como la del estado petrolífero de Kuwait.
Entonces, ¿por qué no utilizar la electricidad verde de la central hidroeléctrica para producir bitcoins y volver a ganar dinero? Destinar su planta a la minería de bitcoin le pareció a Kopper una forma de mercantilizar su energía verde. En abril de 2021, después de tres meses de inactividad, Poás I volvió a operar como centro de minería de criptomonedas, alimentado por energías renovables.
Kopper no es el único que ha apostado por esta salida. En toda América, especialmente en Estados Unidos, cada vez son más las empresas que se suben al carro del «bitcoin verde”.
Las principales empresas estadounidenses de criptominería, como Bitfarms y Neptune Digital Assets, comercializan sus operaciones como sostenibles. Los legisladores brasileños, a su vez, están debatiendo una exención de impuestos para la llamada minería verde de criptomonedas, en la que la producción de criptodivisas se alimenta de energías renovables.
Minería verde: ¿solución o derroche energético?
El enorme consumo energético del bitcoin está inextricablemente ligado al funcionamiento de la tecnología de cadena de bloques, o blockchain. Los nuevos bitcoins se extraen resolviendo complejos cálculos matemáticos, una práctica que se conoce como «prueba de trabajo” (del inglés, «Proof of Work”).
Esto garantiza la descentralización de la red encadenada de bloques de datos. Así, las transacciones se registran en una base de datos pública, descentralizada en inmutable, a modo de libro contable distribuido. Pero, al mismo tiempo, requiere una enorme potencia de procesamiento computacional y consume una gran cantidad de energía. Cuanto más caro y, por tanto, más valioso sea el bitcoin, más «mineros” competirán por resolver los cálculos matemáticos. Esto hace que el consumo energético de la criptominería sea cada vez mayor.
Conscientes del impacto medioambiental de la criptomoneda, que consume mucha energía, más de 200 empresas y particulares lanzaron el año pasado el Acuerdo Cripto Climático (del inglés, Crypto Climate Accord), comprometiéndose a que las emisiones netas de la criptominería sean nulas de aquí a 2030, principalmente mediante el cambio a fuentes de energía renovables.
Fuente: https://www.dw.com/es/pueden-las-criptomonedas-ser-sostenibles/a-60871540