Por Sonia Schott
La reciente elección del cardenal Robert Francis Prevost, nativo de Chicago, Illinois, como el nuevo papa León XIV, primer pontífice estadounidense, despertó entusiasmo entre fieles y miembros del gobierno, empezando por el presidente Donald Trump, quien se mostró sorprendido y complacido con la noticia, aun cuando no es católico y, según expresó en una entrevista con Religion News Service en 2020, “ahora me considero un cristiano no confesional”.
En Estados Unidos, la religión católica no es mayoritaria. Varios estudios, incluido uno de Gallup en 2024, sugieren que el 68% se identifica como cristiano: un 33% como protestante, un 22% como católico y un 13% simplemente como cristiano.
Muchos vieron en esta elección más que un guiño a Washington: una respuesta acorde a los nuevos tiempos.
Pero ¿por qué no había habido hasta ahora un Papa estadounidense? La pregunta recuerda otro momento crucial en 1978, cuando el arzobispo polaco Karol Wojtyła, de 58 años, se convirtió en el papa Juan Pablo II, el primer líder no italiano en 455 años. Su nombramiento fue considerado un mensaje de esperanza y solidaridad hacia Polonia, entonces bajo un régimen comunista. La elección inspiró cambios liderados por el movimiento Solidaridad, encabezado por Lech Walesa.
Wojtyła se convirtió en “hombre del año”, aunque Time no le otorgó oficialmente ese título hasta 1994, según el Museo de Historia Polaca de Varsovia.
Aunque el catolicismo ha experimentado un declive en los últimos años, según el Annuarium Statisticum Ecclesiae 2021 y el Anuario Pontificio 2024, la cantidad de católicos sigue creciendo globalmente hasta alcanzar los 1.390 millones, de acuerdo con los registros de bautizos.
En América Latina, el catolicismo, predominante desde la colonia, también perdió fuerza mientras aumentaban los evangélicos, según Latinobarómetro. Parte de esta caída se debe a los escándalos de abusos sexuales por parte del clero.
El papa Francisco, primer latinoamericano en liderar la Iglesia Católica, se disculpó por el “daño irreparable” causado, durante una visita a Chile en 2018. Según Latinobarómetro, el porcentaje de católicos bajó del 70% en 2010 al 57% en 2020.
Por eso fue significativo que el nuevo Papa se dirigiera al público presumiendo de su español: “¡La paz esté con todos ustedes!”, saludando luego a su diócesis de Chiclayo, Perú.
¿Cuánta influencia moral y política tendrá su apostolado? Está por verse. Por ahora ha pedido un alto al fuego en Gaza, ha defendido la ayuda humanitaria, ha llamado “preciado” al don de la libertad de expresión en solidaridad con periodistas encarcelados, ha advertido sobre los riesgos de la inteligencia artificial, ha criticado las políticas migratorias y, aunque mantiene su oposición a ordenar diaconisas, ha promovido el liderazgo femenino dentro de la Iglesia.
De hecho, el fallecido papa Francisco encargó a León XIV supervisar una de sus reformas más revolucionarias: en 2022, la incorporación de tres mujeres al comité que evalúa las nominaciones de obispos.
El arzobispo de Chicago, Blase Cupich, recordó cómo los cardenales eligieron al nuevo Papa en solo 24 horas: “Éramos más de 130, representando a más de 70 naciones, y logramos, pese a nuestras diferencias lingüísticas y culturales, una decisión unificada. Ojalá sea una señal de que el mundo también puede resolver sus diferencias de forma pacífica y uniendo a la humanidad”.