Las noticias sobre el declive del dólar son muy exageradas. La erosión de la cuota del billete verde en las reservas mundiales de divisas, unida a las crecientes tensiones geopolíticas, han reavivado los rumores sobre el fin del dominio de la moneda estadounidense. De hecho, su estatus sigue siendo inamovible. El papel preponderante de EE UU en los mercados de capitales, el comercio y la deuda refuerza el statu quo. A menos que la economía mundial sufra una revisión completa, el dólar seguirá en la cima.

Puede que EE UU nunca haya “funcionado a base de Dunkin’”, como rezaba el eslogan del fabricante de donuts, pero la economía mundial depende del dólar. Eso inquieta a muchos extranjeros. Una dependencia excesiva de la divisa puede provocar inestabilidad en los mercados emergentes, frenar los flujos comerciales y tener repercusiones mundiales, como cuando colapsaron los mercados en marzo de 2020.

Este ha sido el caso desde la coronación del dólar como principal moneda de reserva tras la Segunda Guerra Mundial. Es célebre que, en 1971, el secretario del Tesoro de EE UU, John Connally, bromeó diciendo: “El dólar es nuestra moneda, pero vuestro problema”. En 2019, casi 50 años después, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, refrendó el mismo sentimiento.

Entre los aspirantes al trono están el yuan y las monedas digitales. China lleva mucho tiempo intentando promover el uso internacional de su moneda. Su última táctica es ofrecer a los exportadores de petróleo el pago en yuanes. Mientras, algunos bancos centrales promocionan las monedas digitales como medio de crear una economía mundial más equilibrada en la que no domine un solo país.

EE UU ha espoleado la búsqueda de alternativas esgrimiendo su moneda como arma. Tras la invasión de Ucrania, Washington y sus aliados congelaron casi la mitad de los 640.000 millones de dólares en reservas de divisas de Rusia. EE UU también ha puesto en su punto de mira los dólares en manos de Afganistán, Irán y Venezuela, y los bancos que eluden las sanciones de Washington afrontan a cuantiosas multas.

Los partidarios del cambio de régimen señalan la caída constante de la participación del dólar en las reservas de los bancos centrales. En 2022 estaba en torno al 59%, frente a más del 70% en 1999, según el FMI. Mientras, la cuota de EE UU en la producción mundial había caído del 32% en 1980 al 24% en 2020, según la Fed, y la cuota del país en el comercio mundial bajó del 14% al 11%.

Pero en otros aspectos el dominio es más férreo que nunca. Según el Banco de Pagos Internacionales, en abril de 2022 el dólar participó en el 88% de las operaciones con divisas. La Fed calcula que entre 1999 y 2019 supuso el 96% de la facturación comercial en América, el 74% en Asia-Pacífico y el 79% en el resto del mundo. Los bancos usaron el billete verde para el 60% de los depósitos y préstamos internacionales.

Hay factores estructurales que ayudan. Los mercados de capitales de EE UU son lo bastante profundos y líquidos para absorber el ahorro de los países emergentes y desarrollados. El producto de un exceso de ahorro internacional se recicla por tanto en activos de EE UU.

La función del billete verde como lubricante de la actividad tiene otro efecto importante: un dólar más fuerte frena el comercio mundial. Las investigaciones de Valentina Bruno, de la American University, y Hyun Song Shin, del BPI, muestran que cuando la moneda de EE UU se aprecia, el comercio para las empresas de otros países se encarece. Eso compensa con creces el efecto tradicional de fomento de las exportaciones de una moneda nacional más débil.

Eso contribuye a lo que los investigadores de la Fed han denominado Círculo imperial. Cuando el dólar se fortalece, frena el comercio y el crecimiento mundial. Como el crecimiento de EE UU depende menos del resto del mundo, aumenta el atractivo para los inversores extranjeros de los activos denominados en dólares. Esto, a su vez, refuerza el dominio del dólar en la economía global, lo que hace subir aún más su valor.

El desencadenante de este ciclo suele ser una subida de tipos por parte de la Fed, descubrieron investigadores de esta. Lo que le pone fin es el hecho de que, al cabo del tiempo, la debilidad mundial del sector manufacturero se traslada a la producción de EE UU. Las subidas de tipos también provocan un endurecimiento de las condiciones financieras para empresas y hogares, lo que ralentiza la economía del país. Pero el papel central del dólar en los mercados de capitales disuade a los inversores de huir de EE UU, lo que garantiza que el ciclo vuelva a empezar pronto.

El periodo entre diciembre de 2015, cuando la Fed subió los tipos, y diciembre de 2018, cuando el coste oficial del endeudamiento alcanzó un pico del 2,25%-2,50%, ilustra este punto. El dólar subió un 10% frente a otras divisas importantes entre mediados de 2015 y principios de 2017. En ese periodo, el crecimiento del sector manufacturero en EE UU –medido por las encuestas del índice de gestores de compras– superó al del resto del mundo, al tiempo que se endurecían las condiciones de financiación en el exterior. A mediados de 2017, el círculo se cerró al ralentizarse el sector manufacturero de EE UU, endurecerse las condiciones financieras internas y debilitarse el dólar.

Por supuesto, EE UU no puede dar por sentado su papel clave en el capitalismo mundial. El armamentismo del dólar, las tensiones geopolíticas con China y los propios fallos políticos del país –desde los representantes electos que impugnan los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 hasta las trifulcas sobre el techo de la deuda– han aumentado el deseo de alternativas.

Pero para que estos factores supongan una seria amenaza para el dólar, tendrían que desencadenar un cambio en los flujos de capital. China tendría que reciclar su ahorro interno, con déficit por cuenta corriente por primera vez desde 1993. Y los inversores japoneses tendrían que repatriar al menos parte de sus 1,3 billones de dólares en bonos del Tesoro de EE UU. Los bancos centrales tendrían que encontrar una moneda alternativa segura y líquida, o criptoactivo, en la que aparcar sus reservas.

En el pasado, este tipo de revoluciones financieras solían coincidir con otras convulsiones, como las guerras mundiales. A falta de un cambio sísmico de este tipo, el rey dólar seguirá en su trono.

Fuente: https://cincodias.elpais.com/opinion/2023-03-13/por-que-sigue-ganando-el-dolar-en-la-economia-global.html

 

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