Las turbulencias del sector energético están proyectando un escalofrío de inquietud sobre una economía global que busca dejar atrás lo más rápido posible la depresión pandémica. El gas natural y el carbón, en máximos históricos; el petróleo, en el entorno de los 80 dólares, lejos todavía de su pico de 2008 pero aún más de su mínimo de abril del año pasado, en pleno estallido de la crisis de la covid; China, la fábrica del mundo, sumida en una ola de apagones que amenazan con causar estragos en su industria; la factura eléctrica, arrastrada por el gas y la subida de precio de los derechos de emisión de CO₂, erosionando la capacidad de compra de muchos hogares justo después de un periodo de sufrimiento económico. Un cuadro preocupante, en un mundo ya lastrado por cadenas de suministro en estrés y con malestar social acumulado tras el drama pandémico.

En términos retrospectivos, una convergencia de múltiples factores —un invierno muy frío, escasa producción eólica en verano, demanda disparada por el estirón del consumo pospandemia, tareas de manutención en plantas rusas y noruegas (los dos mayores proveedores europeos)— explica la escalada de precios; en términos prospectivos, destaca un factor esencial como condicionante de la senda futura. El hemisferio norte está a las puertas de la temporada de frío, cuando la demanda se dispara. Y un segundo invierno gélido, tras los temporales de nieve y hielo del año pasado en Europa y EE UU, pondría las cosas aún más feas. “La verdad, no recuerdo precedentes de algo así”, enfatiza por teléfono Francisco Blanch, jefe de materias primas del Bank of America.

A diferencia de otros momentos críticos del pasado, hoy la escalada no afecta a una única fuente de energía primaria sino a todas. Sí, el mundo tuvo que lidiar, hace no tanto, con precios del petróleo en tres dígitos. Pero esta vez la novedad reside en la coincidencia en el tiempo de máximos históricos en los mercados de gas natural y carbón y de un crudo en niveles más que respetables. Detrás de esta escalada, además de los factores mencionados, también incide una inversión menguante en exploración y producción de combustibles fósiles: hasta las petroleras más icónicas llevan tiempo huyendo de los pozos para abrazar los molinos de viento y las placas solares.

“Se ha dejado de invertir en hidrocarburos sin tener en cuenta que siguen suponiendo más del 80% de la energía primaria que se consume en el mundo. Claro que hay que hacer una transición energética, pero hay que gobernarla mejor”, critica Mariano Marzo, profesor emérito de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona. “Si viene mal el invierno, la gente se va a poner muy nerviosa y no pueden descartarse problemas de suministro”. De aquí a finales de año, corrobora Samantha Dart, jefa de análisis de gas natural en Goldman Sachs, todo dependerá de la variable meteorológica: si las temperaturas se desvían a la baja de su media histórica, habrá problemas; si no, los precios empezarán a relajarse antes de que llegue la primavera.

Depósitos menguantes

Las reservas acumuladas, el amortiguador por excelencia cuando la oferta flaquea y los precios se disparan, tampoco ayudan. En Europa, los depósitos de gas están hoy a poco más del 70% de su capacidad, casi 13 puntos menos de lo que suele ser habitual a estas alturas del año, tras el alto consumo el invierno pasado y este verano, cuando las centrales de ciclo combinado han tenido que compensar la falta de viento. Los grandes países asiáticos, escriben los analistas de Bloomberg New Energy Finance en un monográfico lapidario, están “preparados” para el frío; “pero Europa no”.

Para tratar de salvar la situación, España ya ha pedido a Bruselas que centralice las compras de gas para así obtener un mejor precio conjunto. Una solicitud que ya ha recibido el visto bueno de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, pero que dificilmente podrá ofrecer resultados en el muy corto plazo. Mientras, los gobiernos se movilizan para garantizar suministros y paliar los efectos más regresivos de la convulsión del mercado. El Ejecutivo español lanzó el viernes una consulta pública para reformar un importante tipo de tarifa regulada; el francés, anunció el jueves medidas para frenar la escalada; el italiano, lo mismo unos días antes.

El súbito repunte del gas natural deja efectos colaterales de primer orden. El carbón, una fuente de energía con más pasado que futuro —es menos eficiente y mucho más dañina para el medioambiente—, más que duplica su precio desde enero. El factor desencadenante es China, que todavía hoy depende en gran medida del mineral para saciar su inagotable sed eléctrica y que ha redoblado su apuesta por él ante la implosión del mercado gasista. Cubrirse las espaldas es más caro que nunca, pero Pekín no puede permitirse más cortes en pleno invierno.

Fuente: https://elpais.com/economia/2021-10-03/la-convulsion-en-los-mercados-energeticos-asusta-a-la-economia-global.html

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