Mientras que en la Argentina la producción de leche se encuentra estancada desde hace 20 años, se estima que en el continente asiático la demanda de productos lácteos continuará creciendo sostenidamente, especialmente en países como China, Indonesia, Malasia, Singapur, Filipinas, Vietnam y Tailandia, lo que significa una oportunidad de mercado para los países productores.
En este contexto, nuestro país cuenta con las condiciones para comenzar a crecer en litros y aumentar las exportaciones, según afirman desde la Fundación Producir Conservando.
Al respecto, Francisco Oliverio, asesor de la Fundación, explicó que Argentina tiene el potencial para ocupar un lugar más importante en el mercado, ya que, según la producción durante el año 1999 alcanzó los 10,3 mil millones de litros de leche anuales y desde ese entonces se mantiene entre 9,8 y 10,8 mil millones de litros, representando solo el 1,5% de la lechería mundial en 2018.
En cambio, durante los últimos 10 años, la producción lechera en países como USA, Nueva Zelanda y Brasil mostraron un crecimiento significativo, igual que Argentina entre el año 2000 y 2013 donde se alcanzó un valor de exportaciones de 1780 millones de U$A. No obstante, según datos proporcionados por Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), dichas exportaciones comenzaron a decrecer de manera constante hasta llegar a 726 millones de dólares en 2017. Posteriormente, desde el año 2018 al 2019, los productos lácteos exportados mostraron una baja del 10% en Tn y 9% menos en U$A. Sin embargo, los datos de enero a agosto de 2020, pese a la pandemia de Covid 19, exhiben un crecimiento del 31-35% en Tn y en U$A respecto al año anterior.
De acuerdo al análisis realizado por Oliverio el hecho de que la lechería argentina no despliega todo su potencial en el complejo exportador agroindustrial se debe a cuestiones macroeconómicas y políticas que atentan contra la previsibilidad a largo plazo, como la alta presión fiscal, los aspectos laborales, la baja eficiencia y productividad de la mano de obra, los costos entre la salida de fábrica y el consumidor y la competencia desleal. Sumado a los costos productivos, como los vaivenes de precios de los granos que generan pérdidas de rentabilidad cuando se cambia la dieta de las vacas a lo largo del año.
Es importante destacar que aún no han podido ser eliminadas del país las enfermedades de las vacas, como la tuberculosis y brucelosis, que se le suma a otras problemáticas sanitarias como pérdidas embrionarias y abortos, y los problemas de guachera y recría que limitan la reposición de vacas al sistema productivo.
Por último, recomienda las inversiones relacionadas al confort animal que mejoran la producción y reproducción del verano, como «medias sombras o sombras naturales en verano, corrales de espera con sombra, ventilación y aspersión de agua.¨
Indudablemente, el desafío de nuestro país en los próximos años será desarrollar un marco político y económico que dé un fuerte impulso al crecimiento de esta actividad que tiene un gran potencial por explotar.