Por Sonia Schott
No hay duda de que, en tiempos inciertos, la mejor recomendación es diversificar el portafolio y las criptomonedas se han erigido como favoritas entre la comunidad de inversionistas, tanto profesionales como privados, especialmente luego de que, durante la campaña de 2024, el presidente electo, Donald Trump, se mostrara inclinado a adoptar los activos digitales y ese respaldo, ha pagado dividendos.
Desde la elección presidencial 2024, el Bitcoin, por ejemplo, ha experimentado una subida importante, incluso alcanzando máximos históricos, rozando los 100 mil dólares.
Y mientras Washington se prepara para la investidura de Donald Trump como el 47º presidente de Estados Unidos el 20 de enero, su llegada anticipa políticas mucho más favorables en el mercado digital, que las del presidente saliente, Joe Biden.
Y es que la industria digital siente que la Administración Biden los ha atacado injustamente, a través de una serie de demandas, reglas hostiles y pautas poco claras que hacen las operaciones casi imposibles en el país.
Biden comisionó al Departamento de Tesoro estadounidense y al Servicio de Impuestos Internos (IRS) para que elaboren nuevas regulaciones para corredores, exigiéndoles rastrear y reportar las actividades de compra y venta de los usuarios de activos digitales.
La recién formada campaña de Kamala Harris buscó «restablecer» las relaciones con la industria de las criptomonedas, aunque 28 congresistas y candidatos al Congreso demócratas, presentaron una carta al Comité Nacional Demócrata para solicitar al partido que revierta el rumbo sobre las criptomonedas.
Según las leyes actuales estadounidenses, cualquier entidad que administre o intercambie Bitcoins, como los intercambios de criptomonedas y los procesadores de pagos, se incluye en la definición de empresa de servicios monetarios (MSB). Como tal, una MSB está sujeta a la Ley de Secreto Bancario y debe registrarse en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y presentar informes sobre transacciones superiores a $10,000.
En Estados Unidos, alrededor del el 16 por ciento de los estadounidenses, ha invertido, comercializado o utilizado criptomonedas y aunque Biden ha reconocido las oportunidades de este mercado, se ha mostrado más cauteloso ante sus desafíos.
Trump por su parte, tiene una percepción diferente pues ha nombrado a Paul Atkins, un defensor de las criptomonedas, como su candidato para presidente de la Comisión de Bolsa y Valores y anunció que nombradía al ex ejecutivo de PayPal, David Sacks, como zar de la inteligencia artificial y de las criptomonedas.
No hay que olvidar que, Trump, prometió convertir a Estados Unidos en la “capital criptográfica del planeta” y abogó por la creación de una “reserva estratégica” estadounidense de Bitcoin, así como un entorno regulatorio estadounidense más complaciente, durante un discurso de apertura en la conferencia sobre Bitcoin en Nashville, Tennessee, en junio pasado.
Si bien el Bitcoin (BTC) es la criptomoneda más popular y de mayor valor con un precio aproximado de $96,596.95, le siguen Ethereum (ETH) a $3,379.59, Tether (USDT) a un costo de $1.00, XRP (XRP) a $2.22 o BNB (BNB) a $666.48, en los primeros lugares de preferencia.
Las criptomonedas no son nada nuevo pues ya existían antes del nacimiento de Bitcoin. Aparentemente, la primera criptomoneda fue eCash, desarrollada por, David Chaum, de Digicash, en 1990.
El primer Bitcoin, surgió en 2009 por un programador que usaba el seudónimo de Satoshi Nakamoto. En abril de 2018, había más de 1500 criptomonedas, según coinmarketcap.com.
Según el Fondo Monetario Internacional “las criptomonedas aún no cumplen las funciones básicas del dinero como reserva de valor, medio de intercambio y unidad de cuenta. Debido a que su valor es altamente volátil, hasta ahora tienen poco uso como unidad de cuenta o reserva de valor. La aceptación limitada para el pago restringe su uso como medio de intercambio. A diferencia del dinero fiduciario, el costo de producción de muchas criptomonedas es alto, lo que refleja la gran cantidad de energía necesaria para alimentar las computadoras que resuelven los acertijos criptográficos. Finalmente, la emisión descentralizada implica que no hay una entidad que respalde el activo, por lo que la aceptación se basa completamente en la confianza de los usuarios” pero como todo en economía, es la confianza del usuario lo que hace la diferencia.