“Los parisinos van a pasar hambre”.
Miles de agricultores franceses tomaron este lunes sus tractores y los enfilaron hacia la capital gala con el propósito de sitiarla, como parte de una protesta masiva que se desarrolla en distintos puntos de Europa.
Los granjeros franceses, así como sus colegas de buena parte de la Unión Europea (UE), exigen a las autoridades medidas que les permitan sortear la inflación y los efectos de la guerra en Ucrania, pero también que se revisen algunas de las políticas medioambientales impuestas en los últimos años.
Varios tramos de ocho autopistas en Francia fueron cortados. La situación creó una crisis para el nuevo primer ministro, Gabriel Attal, quien viajó a una granja en el suroeste del país para ofrecer una serie de medidas en un intento por calmar la frustración.
Tensión en aumento
Algunas de las preocupaciones del sector, como lo que consideran una burocracia creciente, tienen un carácter nacional. Sin embargo, otros señalan problemas más amplios, como el costo del diésel agrícola, las demoras en los pagos de los subsidios por parte de la UE o la competencia que suponen las importaciones.
Los agricultores aseguran que se trata de una lucha por su supervivencia y que no se detendrán.
Benoit Durand, un agricultor de cereales, aseguró a la emisora francesa BFM TV que la meta es «paralizar a Francia».
“Mantenemos un asedio en (la ciudad) Chartres, a una hora de París, para presionar al gobierno», dijo.
Y cuando se le preguntó si era necesario extender el bloqueo hasta la capital, respondió sin dudar:
«Sucederá de forma natural. Los parisinos van a pasar hambre. El objetivo es matar de hambre a los parisinos. Eso es todo«.
Para evitar este escenario las autoridades han desplegado a miles de agentes y decenas de vehículos blindados antidisturbios en las distintas carreteras que conducen a París.
El despliegue policial fue particularmente grande cerca de la localidad de Rungis (a unos 17 kilómetros al sur de París) y donde está el principal mercado de abastos que surte a la ciudad de alimentos.
Sin embargo, las medidas gubernamentales no han impedido algunos hechos lamentables. Hace unos días, una joven agricultora, Alexandra Sonac, y su hija de 12 años murieron cuando un automóvil chocó contra un piquete de agricultores en una carretera al sur de Toulouse.
Por todo el continente
Pero no sólo en Francia ocurren bloqueos y protestas. En Alemania, Bélgica y Países Bajos también se registran acciones similares.
En el caso de Alemania los agricultores protestan por la eliminación gradual de las exenciones fiscales sobre el diésel agrícola, que, según dicen, los llevará a la quiebra.
Cientos de tractores invadieron la ciudad de Hamburgo y desde allí algunos dirigentes del campo pidieron la renuncia del canciller Olaf Sholtz y el fin del gobierno «semáforo», en alusión a los colores rojo, amarillo y verde de los partidos Socialdemócrata, del Liberal Demócrata y de Los Verdes.
El descontento de los agricultores europeos suele estar alimentado por la ira contra las políticas de la UE y esta vez no ha sido la excepción.
El sector agrícola ve con recelo las medidas introducidas por la UE para renovar su Política Agrícola Común (PAC) de US$59.750 millones y hacerla más sostenible. Más del 70% de ese dinero se gasta en pagos directos a los agricultores, que sirven de red de seguridad.
La reforma incluye la obligación de dedicar al menos el 4% de la tierra cultivable a características no productivas, así como el requisito de llevar a cabo rotaciones de cultivos y reducir el uso de fertilizantes en al menos un 20%.
Muchos agricultores argumentan desde hace tiempo que estas medidas harán que el sector agrícola europeo sea menos competitivo frente a las importaciones.
También les preocupa que la inflación haya reducido drásticamente el valor de sus pagos directos.
«Los agricultores tienen que hacer mucho más con menos apoyo«, destaca a la BBC Luc Vernet, del grupo de expertos Farm Europe, con sede en Bruselas (Bélgica).
«Y ya no ven cómo pueden hacer frente a la situación», remató.
El impacto de la guerra
En algunos países, las protestas no son nada nuevo.
Las manifestaciones estallaron por primera vez en los Países Bajos en 2019 por las demandas del gobierno para que la producción ganadera se redujera a la mitad para reducir las emisiones de óxido de nitrógeno.
Y los residentes de Bruselas están ya acostumbrados desde hace mucho tiempo a que los agricultores entren al barrio europeo de la ciudad para rociar los edificios con leche o llenar las calles con ganado en protesta por las regulaciones agrícolas de la UE.
Ahora, sin embargo, el efecto dominó de la guerra en Ucrania ha provocado protestas en casi todos los rincones de Europa.
La invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022 prácticamente bloqueó las rutas comerciales en el mar Negro. La UE intervino levantando temporalmente las restricciones a las importaciones procedentes de Ucrania, permitiendo que sus productos agrícolas inundaran los mercados europeos.
El campo de juego nunca iba a ser parejo: una granja orgánica ucraniana promedio tiene alrededor de 1.000 hectáreas; sus equivalentes europeos miden de media sólo 41 hectáreas.
Los precios en países vecinos como Hungría, Polonia y Rumania cayeron repentinamente, y los agricultores locales se quedaron sin poder vender sus cosechas.
Para la primavera de 2023, los tractores bloqueaban las mismas carreteras polacas que un año antes habían estado llenas de voluntarios que acogían a refugiados ucranianos.
La UE pronto impuso restricciones comerciales a las exportaciones de Ucrania a sus vecinos, pero sólo por un período limitado. Cuando expiró la prohibición, los gobiernos de Budapest, Varsovia y Bratislava anunciaron sus propias restricciones.
Ucrania presentó rápidamente una demanda; las relaciones se agriaron y la compasión por un país que se defendía de la invasión rusa pasó a un segundo plano.
Ahora, los países de Europa del Este exigen que la UE revise definitivamente su política comercial hacia Ucrania.
En Rumania, donde agricultores y transportistas han estado protestando contra el alto precio del diésel, de los seguros y las medidas de la UE, así como contra la competencia de Ucrania, el medio de comunicación Kronika dijo este mes que el hecho de que la UE permitiera la entrada de productos ucranianos baratos era «como si una persona que no sabe nadar intenta salvar a una persona que se está ahogando. Ambos se ahogan».
En Polonia, los agricultores iniciaron una protesta a nivel nacional el 24 de enero contra las importaciones agrícolas ucranianas.
«El grano ucraniano debería ir adonde pertenece: a los mercados asiáticos o africanos, no a Europa», les dijo a los medios polacos Adrian Wawrzyniak, portavoz del sindicato de agricultores polacos.
Opiniones similares se escuchan en Eslovaquia y Hungría.
Los países que faltan
Hasta ahora, el sur de Europa se ha librado de la peor parte de las protestas, pero las cosas pueden cambiar pronto.
Christiane Lambert, presidenta del Comité de Organizaciones Profesionales Agrícolas (COPA), el principal sindicato de agricultores de Europa, ha pronosticado que los granjeros italianos y españoles comenzarán sus propias movilizaciones en el futuro cercano.
En este caso en rechazo a las medidas para combatir el cambio climático. Los gobiernos español y portugués consideran imponer restricciones al uso del agua en algunas regiones debido a la intensa sequía.
Hace unos días en Sicilia, los agricultores bloquearon carreteras en protesta contra el gobierno regional, que, según afirman, no les ha compensado por la intensa y prolongada ola de calor y sequía del verano pasado.
«Estamos de rodillas, la sequía ha reducido a la mitad nuestra cosecha», señaló el agricultor Giuseppe Gulli a Rai News. También acusó a la UE de ayudar a las «grandes corporaciones».
Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina en junio, los partidos euroescépticos están encontrando un público para sus mensajes.
Jordan Bardella, de la Agrupación Nacional de Francia (el partido de Marine Le Pen), se ha dejado ver entre los manifestantes. Por su parte, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) también ha respaldado la causa de los agricultores.
Vernet, sin embargo, rechazó estas preocupaciones.
«Los agricultores no son extremistas. De hecho, los agricultores de Europa son los primeros europeos, porque son los que mejor saben lo importante que es Europa para ellos», dijo.
En Alemania, los ministros se han apresurado a suavizar las propuestas para poner fin a las exenciones fiscales sobre el diésel agrícola para los agricultores que habían causado revuelo.
El cambio ahora se implementará gradualmente, pero los agricultores quieren eliminar por completo los recortes de subsidios.
«Todo lo anunciado hasta ahora ha aumentado aún más el enfado de los agricultores en lugar de calmarlo», afirmó el presidente de la Asociación Alemana de Agricultores, Joachim Rukwied.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, prometió reunirse con representantes ucranianos a principios de marzo para llegar a un acuerdo que regule el tránsito y la exportación de productos.
La UE parece haber tomado ya nota.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, admitió que «hay una creciente división y polarización» y lanzó un «diálogo estratégico» entre los grupos agrícolas y los responsables de la toma de decisiones de la UE.
El lenguaje es introspectivo, pero también vago.
Y para los agricultores de toda Europa que se sienten olvidados, traicionados o incapaces de alimentar a sus familias, es poco probable que sea suficiente.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/c9w4kzgkxvlo