La gestión de los residuos electrónicos en la UE se plantea como un problema al que dar solución.
La gran cantidad de residuos tecnológicos que se generan cada año se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en un inmenso problema ambiental. Por poner solo un ejemplo, según el informe The Global E-waste Monitor 2020, elaborado por Naciones Unidas y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA, en sus siglas en inglés), en 2019 se produjeron 53 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el planeta y se calcula que para 2030 superarán los 75 millones de toneladas.
En este contexto, desde instituciones y empresas, se han puesto sobre la mesa diversas propuestas para tratar de minimizar su impacto. Una de las más recientes es la de establecer un cargador único para los dispositivos electrónicos en los Estados miembros de la Unión Europea.
Esta iniciativa se enmarca en el conocido como EU Green Deal (Pacto verde europeo), una serie de nuevas políticas para cumplir con los objetivos de cambio climático. Estos objetivos pretenden reducir el 55 % de las emisiones de los niveles de 1990 para 2030, así como una meta a largo plazo de alcanzar cero emisiones netas para 2050.
Aunque la idea del cargador único ha estado planteada en las instituciones comunitarias desde hace, al menos, una década, no fue hasta el pasado 23 de septiembre de 2021 cuando la Comisión Europea adoptó una Propuesta de Directiva para modificar la Directiva 2014/53/UE relativa a la armonización de las legislaciones de los Estados miembros sobre la comercialización de equipos radioeléctricos. Tras casi un año de debates y negociaciones, el 7 de junio de 2022, el Parlamento y los Estados miembros llegaron a un acuerdo sobre la normativa.
Finalmente, se espera que la propuesta sea aprobada en el Parlamento Europeo el próximo mes de octubre, con un plazo de dos años para que cada país lo incluya en su legislación nacional.
Un cargador único
A grandes rasgos, podemos decir que, al hablar de un “cargador único”, la Comisión Europea se refiere a un único cargador para todos los dispositivos electrónicos portátiles de pequeño y mediano tamaño, entre los cuales podemos encontrar teléfonos móviles, tabletas, cámaras digitales o auriculares.
[¿Dónde se tiran aparatos electrónicos como ordenadores o móviles viejos?]
De esta forma, se trata de garantizar que con un único cargador, los consumidores podrán cargar todos sus dispositivos, tanto los que posea actualmente como los que adquiera en el futuro. En la práctica, la propuesta de la Comisión Europea significa que todos los aparatos a los que afecta esta norma tendrán que estar equipados con un puerto USB de tipo C, con independencia de quién sea el fabricante, y que los consumidores tendrán la posibilidad de adquirir sus dispositivos electrónicos sin un cargador asociado.
Con esta medida, se espera reducir los residuos asociados a estos aparatos —se calcula que suponen 11.000 toneladas de residuos electrónicos al año y que una tercera parte de estos cargadores vendidos en paquete con dispositivos electrónicos no llegan a usarse— y que los consumidores ahorren hasta 250 millones de euros al año en la compra de cargadores innecesarios.
A este respecto, Alex Agius Saliba, ponente del Parlamento Europeo señaló que “los consumidores europeos se han sentido frustrados durante mucho tiempo con la acumulación de múltiples cargadores con cada dispositivo nuevo», algo que cambiará cuando se generalice el uso de “un solo cargador para todos sus dispositivos electrónicos portátiles».
Si nada se tuerce y los planes de las instituciones europeas siguen el curso previsto, esta norma entrará en vigor en otoño de 2024 para todos los dispositivos señalados anteriormente. En cambio, los ordenadores portátiles tendrán que adaptarse a los requisitos 40 meses después de la entrada en vigor de la ley.
Alguna nota discordante
El debate hasta llegar a este punto ha sido largo e intenso entre las diferentes partes: Comisión Europea, Parlamento Europeo y los Estados miembros. Pero, a pesar de ello, no se ha logrado que la iniciativa sea bien recibida por todo el mundo. Aunque en la práctica muchos de los fabricantes ya han adoptado este tipo de puerto USB, hay otros que no lo han hecho. El más famoso de ellos, Apple.
La compañía de la manzana todavía usa el puerto Lightning en sus iPhones, iPads y casi todos los periféricos, accesorios y dispositivos portátiles, incluidos los AirPods. Con este cambio normativo, si Apple quiere seguir vendiendo sus productos en la Unión Europea, cuando la nueva norma entre en vigor, deberá haberse adaptado.
Y es algo que no le ha gustado a la multinacional, alegando que de esta forma se desincentiva a diseñadores y fabricantes a seguir buscando mejores soluciones o alternativas para la carga rápida y otros avances. Si finalmente se alcanza el objetivo del cargador único, Apple deberá valorar bien si buscar alternativas —por ejemplo, optar por generalizar métodos de carga inalámbrica— o adaptarse a la nueva realidad.
En caso de que se sume, como se espera desde las instituciones europeas, la reducción de residuos electrónicos podría tener un mayor impacto. No hay que olvidar que Apple supone una cuota de mercado en el sector de los smartphones de alrededor del 23%, y que, incluso, podría adoptarla para aquellos productos que no se comercializan en la Unión Europea.